El gran mérito de Déjame salir reside en la
habilidad de su director a la hora de crear una atmósfera perturbadora.
Concebida como una película de terror, aunque con una gran dosis de humor negro
y de perspicaz denuncia racial, la cinta jamás entra en el juego fácil de los
sustos gratuitos ni en los manidos recursos del género. Cuando Chris (Daniel
Kaluuya), un chico negro, se presenta por fin en casa de sus suegros para ser
presentado a la familia de su novia blanca (Allison Williams), todo resulta
extraño desde el primer momento. El comportamiento inquietante de todos los
miembros de la familia se traslada al espectador con una sensación de opresión
inteligentemente dosificada, alimentando una tensión cada vez menos sostenible.
Efectivamente, toda esa angustia suspendida en el filo de la incertidumbre
acaba explotando en la segunda parte de la película. Pero es en esta segunda
parte cuando la cinta ofrece algunas dudas. Si se trataba de hacer una
simpática, divertida y extremada parodia del terror ochentero, el resultado es
satisfactorio. Si, por el contrario, la cosa iba en serio, hay determinadas
escenas que resultan verdaderamente sonrojantes. Con todo, el producto final es
muy plausible.
Fernando Parra Nogueras
Nota: 7